domingo, 20 de mayo de 2012
Falsas democracias.
El presidente tunecino, Zine El Abidine Ben Ali,ha reinado sobre Túnez durante 23 años con un poder sin límites, construyendo su régimen sobre un equilibrio entre el brazo de hierro y la prosperidad que finalmente se ha roto, causando su caída.
Cuando derrocó a Habib Bourguiba, padre de la independencia enfermo y recluido en su palacio, el 7 de noviembre de 1987, todos los tunecinos, incluidos los islamistas, recibieron una toma de poder "sin violencia ni derramamiento de sangre".
Sus partidarios ven en este militar al "salvador" de un país a la deriva y le reconocen haber sentado las bases de una economía liberal y haber cortado de raíz al partido islamista Ennahdha, acusado de complot armado.
A su llegada al poder, Ben Alí suprimió la "presidencia de porvida" instituida por Bourguiba y limitó inicialmente a un máximo de tres el número de mandatos presidenciales.
En su haber, una política social considerada de "solidaridad", con la creación de un fondo especial destinado a los más pobres o el desarrollo de un sistema de seguridad social, así como la continuación de las políticas favorables a la emancipación de las mujeres y a la educación iniciadas por su antecesor.
Estos avances, que conquistaron una clase media creciente, se acompañan sin embargo de un endurecimiento del régimen ante toda fuerza opositora, ya proviniese de la izquierda o de los islamistas, arrestados por millares en los años 90, y de un dominio sobre la prensa y los sindicatos, denunciado por sus adversarios, la mayor parte en el exilio.
Este gobierno, puede ser comparable al régimen franquista en España, debido a la similitud de la forma de gobernar de uno y otro y a los múltiples altercados sufridos tanto en un sitio como en el otro.
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